domingo, 14 de noviembre de 2010

Aguante la Banelco


La inmoralidad, que es como el agua, no inunda por sectores estancos y cuando el ser humano se hinca frente al dinero porque encuentra menos bochornoso ser deshonesto que ser pobre, las estafas se suceden en todos los planos.
Sólo así fue posible el Pacto de Olivos, que reunió a adversarios acérrimos al amparo de una vergonzosa negociación de mezquinas ventajas. Carlos Menem y Raúl Alfonsín como referentes de sus respectivos partidos acordaron una reforma constitucional para otorgarse sendos beneficios partidarios. Modificar la mejor constitución de América en aras de sus propios espacios, en una sociedad sana, hubiese supuesto el cargo de traición a la patria para ambos. En la nuestra, sin embargo, significó una banca de senador para uno y una despedida de héroe nacional para el otro, tan multitudinaria como inmerecida.
Por  María Zaldívar

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