Que Cristina ya sea una viuda no la ayudará. Es muy injusto, pero la palabra misma sirve para traer a la memoria recuerdos de otra presidenta constitucional que, de no haber sido por el prestigio de su marido, difícilmente hubiera llegado a instalarse en la Casa Rosada: Isabel Perón. Por fortuna, a diferencia de lo que ocurrió con Isabel, nadie pensaría en acusar a Cristina de carecer de las dotes necesarias para desempeñar con solvencia la función por la que fue elegida, pero así y todo, su presunta voluntad de subordinarse a la voluntad de su marido ha sido desde inicios de su gestión uno de los temas principales de la política argentina. Pues bien: de la peor manera posible, la relación así supuesta se ha roto irremediablemente, de suerte que lo que suceda en la fase final de su mandato dependerá en buena medida de ella misma.
Por James Neilson
Fuente: Revista Noticias
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