Las últimas semanas de 2010 se vivieron en Argentina bajo el síndrome de la escasez.
Vecinos del suburbio de Ciudadela cortan la avenida General Paz, algo así como la versión porteña de la M-30 madrileña, para protestar porque llevan cuatro días sin electricidad en medio de una de las olas de calor más extensas de los últimos 50 veranos australes. En Palermo, un distinguido barrio de Buenos Aires, toda la manzana del Automóvil Club Argentino está rodeada de coches que hacen cola para repostar, pues otras gasolineras han cerrado surtidores por falta de combustible. En los cajeros automáticos de Lomas de Zamora, en la periferia sur de la capital, no se encuentran billetes de 100 pesos (19 euros), los de mayor valor de la moneda argentina, mientras el Banco Central los importa de emergencia, con aviones de la Fuerza Aérea, desde Brasil.
La elevada inflación lleva a que ninguna opción de ahorro sea lo suficientemente rentable como para mantener el poder adquisitivo, por lo que las clases alta y media alta invierten en propiedades o compran coches nuevos.
Por ALEJANDRO REBOSIO
Fuente: El País
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