La espada de Damocles que nos ha puesto el equipo de nuestros amores a los millonarios me deparaba un fin de semana decididamente amargo, por lo que decidí, a pesar del frío, salir a almorzar a un lugar agradable, de esos donde se come bien y se ve gente linda. Transcurría un rato tal cual lo planeado hasta que hizo su entrada el vice-ministro de economía. Rápidamente, como una reacción involuntaria vinieron a mi memoria sus recientes declaraciones sobre la necesidad de profundizar el populismo.
¡Esta es mi oportunidad de saber estrictamente qué quiso decir! me dije mientras lo veía acomodarse en una paquetísima mesa del paquetísimo restó ubicado en pleno corazón del paquetísimo barrio de Recoleta, donde nací, valga la aclaración como para aventar suspicacias.
Así fue que como la curiosidad periodística condujo mis pasos hasta su mesa y, antes de retirarme, solicité unos minutos de su tiempo y le pregunté: “Dígame, Feletti, comer en Recoleta es lo que Ud entiende por “profundizar el modelo”?. Balbuceó un par de banalidades que seguramente ni él mismo cree, le agradecí su deferencia de atender mi inquietud y salí, descompuesta.
Mi primer intento por gratificarme había naufragado en manos de la hipocresía kirchnerista. Con las tripas revueltas y el risotto en la nariz caminé hasta el Patio Bullrich donde un ramillete de menemistas cafeteaba a la vista de hordas de transeúntes que circulaban con aspecto de padecer algo parecido al síndrome de abstinencia mientras aprovechaban el 20% de descuento ofertado para este fin de semana en el shopping y se dedicaban al deporte nacional que el kirchnerismo impuso: comprar baratijas. Apenas reparaban en ese grupejo de ex funcionarios responsables también de la decadencia de hoy; por peronistas y por haber acompañado un proceso que limó las instituciones hasta el punto que defenderlas lo hace a uno parecer un estúpido.
Como no estaba dispuesta a pagar el precio de contemplar la cara de esos impunes, ahora “habitués” del Patio, por degustar un expreso y sin necesidad de comprar nada para llenar ningún vacío pues no hay pilcha que pueda paliar la angustia que padezco porque es de otra entidad, decidí volver a casa. Y casi como reflejo condicionado, prendí el televisor. ¡¿Para qué?! La parafernalia peronista me esperaba para el mazazo final: el despliegue tecnológico no permitía que se escapara detalle alguno. Me morfé desde la estirada de Garré a los ojazos de la Giorgi de Ordóñez; los insistentes pañuelos de las madres, sin la compañía del parricida en esta oportunidad; D´Elía; Depetris, Carlotto, el infaltable e inefable Hugo Moyano y hasta Flopi recién llegada del imperio.
Identifiqué en primera fila, el personaje más cascoteado de la política nacional quien, contra todos los análisis, yo considero un estratega. Después de Cobos, Scioli debe ser el tipo más detestado por el kirchnerismo y ahí sigue gracias a lo que todos le achacan: su capacidad para comerse sapo tras sapo. ¡Pero si esa es su exclusiva virtud! Si no fuera por eso, el “shot” que le hubiesen pegado hace años aún lo tendría en órbita. Scioli sobrevive porque no ofrece resistencia y, dicho sea de paso, dicen que ese estilo colaborador es la forma menos dolorosa de dejarse violentar.
Gobernadores, diputados y ministros se besuqueaban como marca el protocolo kitsch. Eso y los trajes negros son clave en la estética de esta nueva sub raza bisoña. Había demasiada gente entusiasmada que se apretujaba por estar por lo que me perdí de ubicar a Rachid y Morgado. O probablemente seguían demorados en alguna comisaría acusándose mutuamente de corrupciones en las que todos los funcionarios incurren y que ellos, con incomprensible torpeza, hicieron públicas. Hablando de bisoños.
Por ahí finalmente hizo su entrada triunfal la viuda y unos minutos más tarde, Él abriendo una puerta para no pasar desapercibido. Si hubiese habido uniformados en el cuadro habría creído estar viendo en “Volver” un capítulo del sketch de Olmedo “Costa Pobre” pues todo lucía igual de ridículo y desesperantemente berreta: los funcionarios amontonados, los tarados que se reían de los chistes de la presidente, los otros tarados que hacían flamear banderas y los millones de tarados que tolerábamos desde el otro lado de la pantalla tanta basura. Pero faltaba Olmedo y sin él, aquello no era gracioso sino patético.
El dedo de Cristina, el mismo con que se auto-ungió candidata a presidenta, se posó sobre el canchero ministro de economía, el de la Harley Davison, el rockero que vino de Mar del Plata. Y así, por obra de la arbitrariedad discrecional del peronismo Amado Boudou se alzó con la candidatura a vicepresidente. Pavada de cargo!
Para entonces ya anochecía. Modesta como me han vuelto dos mandatos K más la perspectiva de un tercero, elevé los ojos al cielo y supliqué que, por el día, terminaran allí mis contactos con la realidad política. Con que no nos tuviesen reservadas más sorpresas ni nombramientos me contentaba.
Eso se me dio pero no fue suficiente. El futuro posible se negó a darme un respiro y así como Feletti malogró mi almuerzo, Cristina me aguó la comida. Una sensación de profunda tristeza confirmó el peor pronóstico: estamos en el horno.
Por María Zaldivar
CARTA SOBRE LA RENOVACIÓN DEL ESTUDIO DE LA HISTORIA DE LA IGLESIA
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Con esta carta quisiera compartir algunos pensamientos sobre la importancia
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