jueves, 9 de marzo de 2017

Debate sobre los `70. Fue un infierno

Los sucesos ocurridos en la marcha de la CGT recordaron épocas oscuras del país que terminaron en tragedia.
En este artículo analizaré lo ocurrido en aquellos años con la finalidad de señalar las consecuencias de un Estado ineficaz e institucionalmente débil, sin políticas que surjan, comprendan y den respuestas a la realidad geopolítica en la cual está inserta la Nación y encuadren y orienten a los gobiernos en una dirección compartida por los argentinos.
Este escrito lejos de justificar, juzgar, condenar ni revindicar a nadie, solo persigue reflexionar y concluir sobre aptitudes y conductas que provocaron e impidieron enfrentar civilizadamente los desafíos de los 70, a fin de evitar que otros retos nos induzcan a nuevas frustraciones.
Hecho recurrente 
Recientemente y en forma recurrente, se presenta ante nosotros cuestionándonos, como herida infectada mal cosida, la tragedia de los 70 -el proceso de reorganización nacional, la guerra contra la subversión, el conflicto armado interno, la dictadura militar, la dictadura cívica/militar el genocidio, etc.
En la mayoría de los casos, el énfasis de los análisis y teorías sobre esta época pivotean sobre el accionar armado y el desempeño de las FFAA; unos hablan de la teoría de los dos demonios, otros hablan de unas FFAA desquiciadas que por sí solas un día amanecieron y comenzaron a secuestrar y asesinar a maravillosos jóvenes idealistas.
La realidad de aquellos tiempos nos señala un caos, en el cual, en vez de hablar de uno o dos demonios, deberíamos hablar de un infierno, de una verdadera tragedia histórica, donde la muerte y el terror formaba parte del vivir diario de los argentinos.
La ideología, la mezquindad, la debilidad política y hasta el rédito económico circunscribió el análisis y juzgamiento de esta época al conflicto armado y solo a partir del 24 de marzo del 76, prejuzgando, sin contemplación ni justicia, se condenó como único y principal responsable a las FFAA.
Los protagonistas, testigos y estudiosos de aquellos años refieren la guerra fría como un enfrentamiento entre las potencias mundiales, con manifestaciones armadas en distintos países, tanto en Asia, África, Latinoamérica como en Europa, pero en este caso la madurez y calidad de su dirigencia permitió enfrentarlo racionalmente.
En nuestro país este conflicto se desarrolló virulentamente en la sociedad, con preponderancia en el Justicialismo (62% de la población), que infiltrado y atacado por elementos antidemocráticos y terroristas de izquierda como Montoneros y luego por otros movimientos terroristas marxistas no peronistas como el ERP enfrentaron la conducción legal y legítima del General Perón, arrastrando a miles de jóvenes a armarse y armar el conflicto y cometer aberrantes atentados terroristas y asesinatos sobre el conjunto de los argentinos, que terminaron hartos de tanta violencia.
Puede sorprender que el Estado no pudiera disolver, neutralizar, encausar, o terminar con esos movimientos terroristas, que tenían poco de idealistas, nada de maravillosos y sí mucha decisión y violencia y apoyo del exterior.
La respuesta es sencilla: el Estado Argentino no estaba integrado ni preparado; la discontinuidad política institucional lo había corrompido y dejado sin consistencia y desintegrado. 
Perón en los 70 
La inestabilidad política, la inexistencia de un futuro viable para la Nación, consecuencia de la interrupción de los procesos políticos constitucionales por medio de golpes de Estado, indujo, impuso y obligó al General Lanussse a normalizar el país, no solo convocando a elecciones, sino -y particularmente- cesar con la proscripción del Peronismo. En las dos elecciones del 73 la sociedad democráticamente se había manifestado mayoritariamente por la unidad y consolidación nacional. Perón y Balbín lo entendieron.
Los acuerdos políticos entre el Justicialismo y el Radicalismo auguraban un buen futuro para encarrilar el país, estructurar el Estado a partir de consensos que permitieran formular las políticas que pacificaran el país y orientasen en el futuro la gestión de los distintos gobiernos en busca de la consolidación de una república democrática.
El golpe institucional dado por Cámpora durante su gobierno, con la desarticulación del fuero penal para enfrentar el terrorismo, la liberación de los terroristas y el espacio dado a estos en su administración, la complicidad de algunos gobernadores con los terroristas, la falta de política de Estado relacionadas a lo social, lo cultural, el desarrollo, la educación y la defensa, para enfrentar los desafíos de esos tiempos y reencausar e incorporar a la estructura social a esos jóvenes que tenían la violencia como instrumento para el cambio llevaron a Perón en el límite de sus fuerzas, con abnegación, energía y amor a la patria a tomar decisiones drásticas:
Expulsó a Campora del gobierno y luego de elecciones lo asumió por tercera vez.

Para suplir la falta de políticas de Estado y consolidar el frente interno, caracterizó su gobierno como de emergencia y creó un Consejo de Gobierno con los líderes opositores para tener consenso en las decisiones.
El papel de Balbín fue notorio.
Buscó la concertación de los empresarios con los trabajadores.
Buscó el exterminio de los terroristas. Se cita discurso de Perón 20 de enero del 74: "El aniquilar cuanto antes este terrorismo criminal es una tarea que compete a todos los que anhelamos una patria justa, libre y soberana, lo que nos obliga perentoriamente a movilizarnos en su defensa y empeñarnos decididamente en la lucha a que dé lugar (…) La decisión de las grandes mayorías de hacer una revolución en paz harán que el reducido número de psicópatas que van quedando sea exterminado uno a uno para el bien de la República".
Expulsó a los gobernadores relacionados con las organizaciones terroristas. 
Expulsó a los Montoneros. 
Desafortunadamente, la muerte del General Perón -previsible pero no contemplada- encontró al país sin consolidarse y en manos de una dirigencia (política, económica, sindical, militar, cultural, religiosa), carente de prudencia, sabiduría y capacidad para gestionar y conducir el país en situación de bonanza y mucho menos en situación de crisis, en el marco de la guerra (fría) que se desarrollaba en el mundo y con un impacto directo en el país, el cual carecía de previsiones y preparación para enfrentarla.
Se profundizó la crisis política, económica y social y el accionar violento y antidemocrático de los movimientos terroristas como montoneros y el ERP rompía la paz interior con virulentos ataques a la sociedad toda, buscando la toma del poder por medio de las armas.
El gobierno constitucional respondió inicialmente organizando fuerzas ilegales, verdaderos escuadrones de muerte como la AAA, adoptando el terrorismo de Estado como método de lucha, hasta llegar a un límite, donde desesperadamente y sin prepararlas recurrió, al empleo de las FFAA, "para aniquilar y exterminar uno a uno los insurrectos" que por medio de la violencia y el terror atacaban a la sociedad que en democracia y con la vigencia de todas las instituciones solo anhelaba paz y progreso.
El gobierno, colapsado, con funcionarios y legisladores que le renunciaron a Perón y pasaban a la clandestinidad -para atacar cuarteles militares-, empleó las fuerzas legales ilegalmente, sin instrumentos jurídicos, ni doctrina, ni organización, ni instrucción, ni equipamiento acorde al conflicto.
Las FFAA de la democracia subordinadas al poder constitucional, sin opciones y preparadas para operaciones convencionales tipo Segunda Guerra Mundial improvisaron, bajo el imperio del gobierno constitucional, la doctrina de países (EEUU, Francia) que combatieron la insurrección en su territorio y con población extranjera.
No era el caso argentino. Cualquiera fuera el resultado de las armas, necesariamente la Nación tenía que perder, y perdió.
El golpe 
Es bueno recordar el mensaje del Dr. Balbín el 16 de marzo de 1976 cuando por cadena nacional enfáticamente dijo: "Cuando se descompone el Estado se descompone la sociedad", se lamenta de lo que estaba sucediendo, pregona por la unidad nacional y recrimina a los hombres de la mayoría que desertaban de sus responsabilidades, dejando paralizado el Congreso y las instituciones de la Nación en momentos cruciales.
Una lucha salvaje: se luchó contra salvajes como salvajes, en nombre del mundo occidental y cristiano se cometieron atrocidades que Sócrates y Platón, padres de la filosofía, y Justiniano, padre de la Justicia, se hubieran revolcado de vergüenza.
Dentro de esta lógica y como parte de esa clase dirigente mediocre, que no supo prevenir los acontecimientos, en una situación de vacío de poder claramente expuesta por el caudillo radical, las fuerzas armadas hicieron el golpe de Estado que la sociedad esperaba, el 24 de marzo de 1976, a pocos meses de elecciones. Pero la cobardía y la hipocresía siempre está presente y, para muchos, todo esto no existió, y recién el 24 de marzo de 1976 empezó la historia, la memoria, la verdad y la justicia.

Por General de Brigada (R) José Luis Figueroa.
Fuente: Infobae

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