Cuando llegan los tiempos de elecciones mi país se llena de carteles con rostros tratando de inspirar confianza con promesas que nunca se cumplirán.
También juegan en esos carteles atributos de los candidatos que jamás llegaremos a conocer.
Nos miran con sonrisa o seriedad estudiada que el publicista ha elegido porque brinda mejor imagen.
Los carteles parecen burlarse de nosotros jugando con nuestras necesidades y la esperanza de creer en alguien.
En algún lugar son tan grandes como sus deseos de ganar y los nuestros de acertar en la elección.
Los candidatos posan jugando a ser artistas para un público que en vez de aplausos los premiará con su voto, serán ganadores a un “Oscar” del Poder, en vez de una estatuilla recibirán un “Bastón” como aquel apretado por el sorprendente juguetón que hoy ya no está con nosotros y que si su viuda gana lo recordará emocionada al recibir el incalculable premio a su labor artística.
Los carteles nos muestran rostros desconocidos que de triunfar en poco tiempo se nos harán conocidos y desearemos no haberlos conocidos.
En todo espacio posible una cara nos mira, un poco sonriente, un poco amonestándonos, nos saca de nuestra ignorancia política y nos impone un futuro muy bueno… para ellos.
Los carteles son cubiertos por otros como cartas que se arrojan unas sobre otras para ver cual es la ganadora.
A veces el destino tiene piedad de nuestros ojos cansados y los cubren carteles nuevos de cualquier publicidad.
Están como siempre los carteles humildes de los menos pudientes que tratan de competir igual al estilo David y Goliat.
Por unos meses caminamos entre grandes títulos, nombres, apellidos, siglas partidarias, enormes miradas y grandes sonrisas.
Complicadas alianzas que nos confunden pues ya no hay radical radical ni justicialista justicialista, ni comunista comunista.
Tampoco existen políticos de derecha pues se han corrido al centro, temerosos de ser lo que son y los de izquierda también se corren al centro tratando como siempre de engañar.
Quizás el error está en mirar sin ver, de mirar hacia los carteles y no observar nuestro interior.
Los carteles tienen los mismos rostros de siempre con el mismo pedido: nuestro voto a cambio de nada.
Los carteles no ofrecen servicios a la Patria , un futuro de verdad para los ciudadanos, una justicia imparcial, libertad de expresión y tantas cosas que nos deben.
No falta el gracioso o el contra que pinta una roja nariz de payaso o unos diabólicos cuernos sobre los rostros ofrecidos, o quizás sea un verdadero artista que revela las almas ocultas.
Cuando llegan los tiempos de elecciones mi país se llena de carteles falsos, a veces el tiempo arroja su lluvia contra ellos y luego el fuego del sol los quema.
Tal vez Dios nos está dando una señal, que la solución no está en esos carteles, está en nosotros.
Por eso cuando vayas a votar, no votes a los carteles, votá por vos, por nosotros.
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