Por supuesto que el caso Zaffaroni, en un país serio, estaría canalizado por las vías institucionales correspondientes y sin las faramallas mediáticas que todo lo enturbian.
Pero por esos medios la gente puede más o menos barruntar que no es una "pavadita" que un juez de la Corte Suprema sea propietario de 20 departamentos, algunos de los cuales se utilizan para el comercio prostibulario cuyo canon mensualmente cobra la actual pareja conviviente homosexual del Juez.
Hay muchas otras menudencias que la prensa sepultó y otras de las que no pudo evitar difundir.
Como su ingreso de la justicia de la mano de la Triple A, sus bienes no declarados en el exterior, su presentación en el Senado para el pliego de Ministro en compañía de su entonces pareja homosexual un homicida ex convicto, o su famoso fallo sobre la felatio a una criatura, absuelto su autor por encontrarse la luz del cuarto apagada...etc.
Pero nada de esto es lo principal, aunque da para que nunca una persona así pudiera ser juez y menos de una Corte Suprema. Corte por lo demás con otros ejemplares de carpetas guardadas.
Ahora bien, ¿dónde está el secreto de Zaffaroni para que, con todo, ciertas personas (aparentemente serias) reconozcan su nivel académico e intelectual?
En su trayectoria como tal.
"Un gran intelectual" se dice de él, como centro del derecho penal no solo de Argentina sino de América Latina. Y es ciertamente así.
Pero es preciso ver aún un poco más allá.
¿Que consistencia tiene ese pergamino?
Zaffaroni es la cabeza visible de un movimiento que viene desde los años 60, 70 en el neo marxismo europeo triunfante... que a nivel sociológico impuso una nueva antropología seudo científica, completamente falsa, cuyo eje es Gramsci.
Consiste en sostener que el ser humano es un ser social que construye la realidad a partir de la lógica del amo versus esclavo, una lógica del dominio y una dialéctica de lucha interminable de rebelión.
De esa fiolosfía se inundó el ambiente académico europeo que, dado que no come vidrio, lo exporta a los giles de los países emergentes como alguna vez fue el liberalismo y otras el marxismo.
Esa base falsa y perversa se infiltró en todos los ambientes universitarios argentinos y la enseñanza terciaria se convirtió en una enorme escuela de vaciamiento de todo sentido común y la "creación" (léase manipulación) de la realidad a partir de ese presupuesto. Todo fue y es "ideologizaación", propaganda, penetración ideológica a todos los niveles.
En este esquema todo pasa por el rasero de la lucha contra el poder sin advertir que en su base está la anarquía, la eliminación de toda jerarquía, salvo la de ellos y la imposición de una espiral de violencia inacabable.
Así comenzó todo por ejemplo con el famoso Mayo francés del 68 que entre nosotros se transformó en la desjerarquización de todo docente universitario que no pensara como ellos.
El alumno controla al docente, las aulas son centros de difusión ideológica y en esos seudo "valores" comienza a cimentarse la nueva oligarquía del intelecto cuya base es la nada, la reivindicación, el odio, el resentimiento, la lucha de todos contra todos, la confusión, el desorden, lo que Ortega definió como "rebelión de las masas" pero a nivel universitario = perversión.
En esa inmensa corriente de mentira, Zaffaroni -con inteligencia indudable y tenacidad de escritura, conferencias, difusión con su supuesta y descontada jerarquía de arlequín en hilos tenebrosos- impuso su nombre, ingresó al procerato "progre".
Por sus frutos los conocerán: ¿cual fue su fruto?
La destrucción del derecho penal a manos de la idea de que el delincuente es un producto social. La persona no existe, lo hace malo la sociedad. No hay ilegitimidad, no hay delito, luego no hay pena, no hay derecho.
La destrucción del derecho viene por la claudicación del imperio del Estado y al desaparecer el Estado todo "se igual" (Minguito Tinguitela), hasta llegar a la realidad que hoy palpamos y más tarde sufriremos de verdad.
El mal llamado "garantismo" fue el segundo paso, el juicio oral una imbecilidad, y todo gracias a estos grandes pensadores de la mentira cuya cabeza visible es Zaffaroni y sus inmensas mesnadas de pan llevar.
Que un juez diga que no le importa el qué dirán sobre su honestidad es la demostración más nítida de la amoralidad de quien de todos modos no puede zafar de su propia moral que en el fondo consiste en que todo "se igual". Minguito Tinguitela el gran maestro de esta patria descuartizada por sofistas desesperados de poder como este.
Este es el dominio que los medios propiciaron con su "creación" de la realidad cotidiana sin advertir el poder ideológico demoledor de la sociedad y en ella de la persona, yo, tu él nosotros.
Por ahí andamos.
Dr. Humberto Schinder
Laprida 1124 10 A
Rosario. Santa Fe 2000
Argentina
Celular 54 0341 155696482
Donde no hay justicia es peligroso tener razón, ya que los imbéciles son mayoría. (Quevedo)
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