Nilda Elías, formó pareja con el que era el cura del barrio, Luis Silva. Ambos eran militantes de la banda terrorista Montoneros, la banda que asesinó a mi amigo, Ernesto Jesús Olivera.
Con la madre de Nilda, Otilia Acuña, nos conocemos desde fines de la década del `60, cuando yo y el “Gordo” Raúl Bassaga, éramos sumariantes de la Comisaría de Santa Rosa de Lima, la que está a la vuelta de la casa de Otilia.
Hoy Otilia usa un pañuelo que la identifica como perteneciente a las “Madres de Plaza de Mayo”. Si, la de los “sueños Compartidos”.
Yo creía que Otilia, engañada, seducida o inculcada por simpatizantes de los terroristas, quiere hacer aparecer a su hija como víctima de la dictadura. Como que fue asesinada por la dictadura.
Después me enteré que un día, Otilia se cruzó en la calle con el “Gordo” Raúl Bassaga, y éste le espetó: “Che turca, sos caradura. Si vos sabés muy bien cómo murió tu hija”.
A lo que Otilia le respondió:
“Callate boludo.
Si a esto lo hago por plata”Otilia, ofende la memoria de su hija. Nilda, al contrario de Firmenich o Perdía, no sobrevivió ni se enriqueció.
Ella era una verdadera militante, cuyas ideas por supuesto no comparto.
Ella pretendía instaurar una dictadura comunista en nuestra patria.
Yo amo la libertad.
Pero siendo mujer, Nilda tuvo más cojones que el “Che” Guevara.
El “Che”, que se deleitaba dando el tiro de gracia a los prisioneros que ordenaba fusilar en la Cuba comunista, cuando se vio herido y capturado, se ensució en los pantalones pidiendo que no lo maten, diciendo que valía más vivo que muerto.
Nilda ni se entregó ni pidió por su vida.
Peleó hasta el final. Con lo que tenía. Hasta con granadas de guerra.
Así murió.
Orlando Agustín Gauna Bracamonte
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