Desde niño me sentí identificado con la naturaleza de mi sexo.
Nací varón.
A los pocos años, comencé a sentir una natural atracción por personas del sexo femenino.
Con el paso de los años conocí a una persona que se llamaba Inés. No cabían dudas, era una mujer nacida con los atributos propios de su sexo. Podría parir hijos. Me casé con ella y fruto de ese amor nacieron cuatro hijos varones.
Los cuatro sintieron esa atracción natural por personas del sexo femenino y terminaron casándose con sendas mujeres, con nombres femeninos y con los atributos propios de su sexo. Las cuatro, por la gracia de Dios, me regalan nietos que confio que me despedirán cuando parta hacia la Casa del Padre.
Pero a esos nietos ¿qué les espera?
Cuando Marcos nacido varón y que orientado por sus padres, comience a sentir una atracción natural por las chicas, conozca a una persona llamada Laura, no tendrá la certeza de estar frente a una mujer nacida con los atributos propios de su sexo o frente a una persona nacida con los atributos masculinos que ha solicitado la rectificación registral del sexo, y el cambio de prenombre e imagen.
Por culpa de nuestros legisladores, mis nietos podrán ser fácilmente engañados respecto a la identidad sexual de las personas que pretendan enamorarlos.
Antes de la sanción de esta Ley, los hombres que tenemos preferencias por el llamado sexo débil optábamos por Marta, Luisa o Mariana. Los que preferían a los “trolos”, elegían a “Carlitos”, “Rauli” o cualquier otra persona con nombre masculino pero con modales “amanerados” que demostraban su inclinación sexual. Y con las mujeres sucedía lo opuesto.
Ahora no sabemos si la persona que está frente a nosotros, es hombre, mujer, gay o lesbiana. Su documento “acredita” que pertenece al sexo masculino o femenino, pero no sabemos si es el que le dio la madre naturaleza o el que eligió para ocultar su verdadera condición sexual y engañar a los de su mismo sexo.
La llamada ley por la identidad sexual facilita que quienes el médico legista Nerio Rojas definió como pervertidos sexuales, engañen a las personas que desean conformar una familia “como Dios manda” o simplemente tener relaciones con personas del otro sexo.
Ojalá, legisladores con mas seso, deroguen esta aberración jurídica.
Orlando Agustín Gauna
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