lunes, 15 de junio de 2009

ESPAÑA, maldita seas

En los últimos años, los medios informan sobre argentinos a los que se les niega el ingreso a España y se los deporta de regreso a nuestra Patria.

Los argentinos y los latinoamericanos deberíamos recordar el hecho de que entre el 1880 y el 1940 un tercio de la población española (aprox. 6 millones de personas) abandonó ese país con destino a la Argentina: eran todos inmigrantes que venian a matarse el hambre a nuestro país, huyendo del propio que sólo les ofrecía la oportunidad de ser campesinos analfabetos.

En la Argentina encontraron tierra, trabajo y la posibilidad de educar a sus hijos. La ley de Residencia sólo afectó a los anarquistas, pero al resto de los inmigrantes nadie les pidió ni permiso de estadía ni visa alguna.

También habría que recordar los barcos cargados de cereales y alimentos que Juan Domingo Perón enviara como ayuda humanitaria a la España franquista de la guerra civil, barcos a los que nadie tampoco, les pidió visa alguna.

Querida Patria mía, siento compasión por ti, por que eres hija de una mala madre.

En los fieros tiranos la envidia
escupió su pestífera hiel;
su estandarte sangriento levantan
provocando a la lid más cruel.


Querida Patria mía, no mereces ser hija de España, ese reino indigno de tener una hija como tú.

Se levanta a la faz de la Tierra
una nueva y gloriosa Nación,
coronada su sien de laureles,
y a sus plantas rendido un león

España no ha sido siquiera una madre abandónica. Es mucho peor. Cuando llegaron a nuestras tierras, no exhibieron pasaporte ni visa. Exhibían sus armas. A la hospitalidad de los Querandíes, le respondieron masacrándolos para quitarles sus bienes y sus mujeres. A los más débiles y menos aguerridos, los sometieron a la esclavitud. EL Río Matanza y el Partido La Matanza en la Provincia de Buenos Aires, evocan ese genocidio.

¿No los véis sobre México y Quito
arrojarse con saña tenaz
y cuál lloran, bañados en sangre,
Potosí, Cochabamba y La Paz?
¿No los véis sobre el triste Caracas
luto, llantos y muerte esparcir?
¿No los véis devorando cual fieras
todo pueblo que logran rendir?

En su ambición desmedida, sacrificando a los Aymará y a los negros esclavos que habían traído de África, se llevaron toda la plata de Potosí.

Lamberto de Sierra, contador mayor del Tribunal de Cuentas de Buenos Aires y ministro tesorero de las Reales Cajas de Potosí, calculó, tras estudiar los documentos oficiales de la Tesorería entre 1556 y 1800, que el valor de la plata extraída alcanzó los 823.950.504 pesos y 7 reales, lo que daría un peso superior a las veinte mil toneladas. Lo que no contó España, es la cantidad de vidas que costó extraer tanto mineral para satisfacer tanta ambición.

Mas los bravos, que unidos juraron
su feliz libertad sostener,
a estos tigres sedientos de sangre
fuertes pechos sabrán oponer.


Infeliz y sanguinaria madre patria, que con tu ambición y holgazanería dilapidaste todo lo que robaste al territorio invadido. MALDITA SEAS.

Ayer, con las armas, finalmente te fue mal.

La victoria al guerrero argentino
con sus alas brillantes cubrió,
y azorado a su vista el tirano
con infamia a la fuga se dio.
Sus banderas, sus armas se rinden
por trofeos a la libertad,

Qué se puede esperar de ti, MALDITA ESPAÑA? Que puede ser peor que una mala madre? No existe ser más despreciable que una mala madre. Eso eres tú.

Ahora pides pasaporte, visa y euros para que los habitantes de nuestra querida Patria puedan ingresar a tu miserable península, MALDITA ESPAÑA.

A los que dejas entrar, los trata con desprecio de “sudacas”. A los otros, los retienes, los maltratas y luego los deportas.

MALDITA ESPAÑA, acaso te crees superior al sudamericano y no comprendes que eres vil y despreciable.




1 comentario:

Anónimo dijo...

Mi nombre es Fernando Blanco y estoy totalmente de acuerdo con usted, esos inmundos parásitos nos saquearon, abusaron de nuestras mujeres, destrozaron nuestra cultura y la reemplazaron con sus aborrecibles pasiones. Luego, cuando colonias ya habían sido explotadas y no les servian de mucho, decidieron abandonarlas como niñas asustadas en el momento en que las inevitables rebeliones comenzaron a brotar. Malditas ratas, lo único que nos sucedieron fueron sus odios y podridas costumbres, sabiendo que ni siquiera tenían aseguradas sus patéticamente minúsculas tierras.
Es una lástima que devolverles el favor sea tan solo una utopia, pues los latinos estamos hundidos en el individualismo y la decadencia, y para colmo, muchos aún continuan endiosando a los repugnantes españoles.
En cuanto a su escrito, le admiro.