“Rendite negro que con vos no es la cosa”, le dijeron al soldado Hermindo Luna. Isidorito Cañones o Macoco Alzaga Unzué hubieran sido más delicados. Ni el capanga del obraje más explotador trata a un hombre humilde en esos términos.
Los niños bien de Montoneros no lo sabían, pero a un morocho si se lo respeta no se lo trata de negro, otorgándole al vocablo el tono clasista y despectivo de un insulto. No, así no se le habla a un soldado, sobre todo si se considera que ese morocho debe ser el beneficiario del socialismo nacional.
Por supuesto, “el negro de mierda” no se rindió.
Conviene recordar su nombre y apellido: Hermindo Luna. Era un muchacho humilde que no sabía leer ni escribir. Si alguna identidad política poseía, ésa era la del peronismo, un peronismo primario, esperanzado, que no necesitaba matar sindicalistas o tomar cuarteles para ser tal; un peronismo que funcionaba más como una identidad cultural que como una ideología política.
Criado en el monte, el cuartel le había dado a Luna las comodidades y beneficios que nunca había conocido. Y un consistente y elemental amor a la patria.
Por Rogelio Alaniz
Fuente: Diario El Litoral de Santa Fe
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