martes, 7 de noviembre de 2017

Carlos Monzón, del Palazzo dello Sport a Los Cerrillos

Esta es la historia de un Gigante y muchos, pero muchos enanos. Existen personas que van creciendo a lo largo de la vida y llegan a ser gigantes. Y otros que permanecen enanos. 
Un gigante puede ir reduciendo su tamaño hasta convertirse en un enano y un enano puede ir creciendo hasta llegar a ser gigante. 
Como en los cuentos de antaño, diré que: 
Había una vez... 
...Un muchacho que en un momento de su vida pensó que podía llegar a ser gigante. Un día, en el camino de la vida encontró una persona que le dijo “vos podés llegar a ser gigante Sólo tenes que escucharme…” y lo fue perfeccionando en el duro oficio del boxeo y de la vida. 
Fue un 7 de noviembre que ese muchacho llegó a ser gigante. Cuando venció a un italiano conocido como Nino Benvenutti. Ese Gigante se llamaba Carlos Monzón. Desde ese día por la larga avenida de la gloria fue rodeado de enanos que trataban de reducirlo en su tamaño, porque sabían que no iban a llegar nunca a tener la estatura de Carlos El Gigante. En 1974, Carlos El Gigante, conoció a Susana y comenzaron un tormentoso romance. 
Mientras tanto, Carlos continuaba por la avenida de la gloria acompañado por esa persona que un día le había dicho que él podía llegar a ser un gigante. 
Y llegando al final de la avenida de la gloria, esa persona y Carlos se fueron separando. 
Fue en 1977 cuando Carlos anunció su retiro del boxeo profesional. Desde entonces a Carlos le faltó a su lado quién lo ayudara a seguir siendo gigante. 
En ese mismo año, Carlos asistió en el Club Unión de Santa Fe, a una velada pugilística. 
Aquella noche, el Gigante tuvo un muy breve encuentro con una mujer. Ella había asistido a presenciar el espectáculo de box, invitada por un amigo. 
¿Habrá sido el destino? 
Ella esa noche, ocupó un asiento al lado de Carlos y aprovechó la charla, para solicitarle que haga una donación de equipos deportivos para el Club donde ella participaba. 
En ese momento, al campeón, el encuentro no le dejó ninguna huella. A ella, le dejaba el anhelo de que la promesa de la donación se cumpliera. Pero la promesa nunca se cumplió. 
Y Carlos El Gigante, habiendo abandonado la avenida de la Gloria continúo siendo un gigante. Pero los enanos seguían tironeándolo hacia abajo para qué se redujera a la altura de ellos. 
Por los caminos de la vida Carlos y Susana tomaron calle diferentes. Y desde entonces Carlos no tuvo quién lo sostuviera y le recordará que era un gigante.  De a poco comenzó a reducirse en su tamaño. 
El ruido de la noche y la droga, que los enanos le acercaban para que fuera él cada vez más chico, lo fueron aturdiendo. 
Conoció Alicia y caminaron juntos varias cuadras. Fue una noche cuando la pasión hizo lo suyo. Y me refiero a esa pasión sin límites dónde al ingresar al remolino de sentimientos y sensaciones uno se va embriagando. A la embriaguez de esa pasión se le sumaron la droga y un balcón.
De pronto apareció la muerte con su túnica negra y su guadaña... y se llevó una vida. 
En el juego sexual, aceptado por las partes, cuando la muerte acecha, uno de los jugadores pierde la partida, junto con la vida.

Ésa fue la penúltima caída del Carlos, el Gigante. Peor que la caída frente a Jean Claude Buttier. 
Mucho más larga fue la cuenta. Las esposas en sus muñecas. Las rejas cerrándole el paso a la libertad. 
Los enanos, al verlo en la lona, aprovecharon para saltar encima del caído, para sentirse mas altos que el Gigante. No perdieron tiempo y gritaron                                          ¡¡¡Asesino!!! 
              ¡¡¡A la cárcel!!! 
Otros, conocedores de los temerarios "juegos" de la pasión y del amor, suponían un accidente. 
Jueces enanos, escucharon las voces de otros enanos que condenaban sin juzgar. Solo por envidia. Y bajaron el martillo. 
 ¡CULPABLE! 
Atrás quedarían años de gloria, la fama y el reconocimiento mundial. 
Llega el dolor familiar y un inocente que hasta hoy no encuentra respuestas a sus ¿Cómo? y ¿Por qué? Pasaron los años... Corría el año 1992, cuando a aquella mujer, que 15 años antes le había pedido al campeón, la donación de equipos deportivos para su club, le sugirieron que lo entrevistara para un programa radial. 
Ir a la cárcel a entrevistar a Monzón, el Gigante caído. 
Como pasaporte, en procura de que accediera a la entrevista, le hizo llegar las fotos tomadas en aquella velada pugilística de 1977. 
"Ella" pensó que era una entrevista mas, sin olvidar que años atrás, él, no había cumplido una promesa. A partir de ese momento, se estableció entre ambos, una relación que se fue fortaleciendo y estrechando con el paso de los días. 
De a poco, ella fue comprendiendo que detrás del ídolo había un ser con corazón, con sentimientos... "Ella" llegó a ser su lazarillo y mucho mas. Lo visitó varias veces, en el comedor donde los "internos" con buena conducta reciben a sus parientes, amistades, y en el caso del Campeón, a celebridades mundiales. En una de sus visitas, cuando "Ella" llegaba, se retiraba el "Gran sindicalista", a quien "Ella" conocía por su actividad publicitaria, y antes de que "Ella" llegara hasta la mesa donde el Campeón la esperaba con un té, aquél le susurró: "Sé que podes convencerlo de que de clases en el Camping, conocés el lugar. Ahí podrán estar mas cómodos..."
Era evidente que el Campeón le había hablado de "Ella" al "Gran Sindicalista". 
Y ante la pregunta: "¿Qué hago? También me ofrecieron que vaya a Colón"; "Ella" le dijo: Aceptá lo que te ofrece este Señor. No sabés quien es, pero te aseguro que no te vas a arrepentir". 
"Ella" y el Campeón, tenían mucho en común. Pasados exitosos, él a nivel mundial. "Ella" a nivel local. Lo acompañó, lo comprendió. "Ella" viviría entre la duda de seguir al lado de él, sabiendo todo lo que por ello debería enfrentar. Estaba convencida que la verdad, de lo ocurrido aquella madrugada trágica, tarde o temprano, saldría a la luz, en la intimidad... En el "juego" apasionado de dos seres, se puede llegar a límites imprevisibles, donde la muerte acecha. Entonces... uno de los jugadores pierde las partida. Y un nuevo febrero sucedió; solo ellos dos, el mismo "juego", distintas cartas, otro final. 
"Ella", viendo el final de la partida, se fue a maso. "Ella" había DESCUBIERTO como murió la madre de aquel niño, que hoy, ya hombre, camina junto a "ella" a depositar flores en la tumba del campeón. Aún hoy, cada 7 de agosto (aniversario de su nacimiento), 7 de noviembre (aniversario de su coronación como campeón mundial), y 8 de enero (aniversario de su muerte), algún fotógrafo deambula ocultándose entre las tumbas, queriendo sorprender a aquella dama, depositando flores en la tumba del Campeón. 
Fue un 8 de enero cuando se produjo la última "caida" del Campeón. Una multitud le dijo "ADIOS". Unos pocos lo recuerdan con AMOR. Los hijos de su primer matrimonio... 
El hijo "perdido" de su esposa muerta... olvidado por todos. Y una fortuna de la que se ignora su destino. La mortaja no tiene bolsillos.

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