lunes, 3 de abril de 2017

Ricardo Lorenzetti, montonero

Hay que salvar al Mono 

Desde la infancia, Ricardo Lorenzetti sintió que había nacido para cambiar el mundo. Curioso y observador por naturaleza, se convirtió en un lector incansable. Buscó sin descanso ampliar el horizonte del saber. La política, su gran pasión. Pasado montonero en su juventud de universitario peronista. Arquitecto y constructor minucioso de su destino. Hábil contorsionista para acercarse, hasta donde hiciera falta, junto a los que tenían el poder. De abogado de a pie a juez de la Corte. 

“¿Dónde carajo está el Mono? 
¡El Mono!, ¡el Mono!”, gritaban los militares que derribaron a patadas la puerta de la casa de la calle 9 de Julio, en el centro de la ciudad de Santa Fe, donde vivían cinco estudiantes de la Universidad Nacional del Litoral (UNL). 
Eran las 6 de la mañana de un caluroso sábado de 1976, posterior al golpe militar.  
Los uniformados, a punta de fusil, entraron en patota. Destrozaron los muebles; dieron vuelta los colchones y revisaron, uno por uno, los libros de aquella banda de terroristas o subversivos, como vociferaron a los cuatro vientos para advertir a los vecinos. 
El único que estaba en ese momento en la vivienda era Horacio Calciati. El joven dormía cuando el grupo de tareas, en compañía de miembros de la Policía Federal, convirtieron el sueño en una pesadilla que recordará hasta el último día de vida. 

Lo pusieron contra la pared, le separaron las piernas y lo cachearon. De un golpe lo tiraron al piso y, sin dudar un instante, lo intimaron para que confesara dónde ocultaba las armas. 
Eligió no hablar. Le asestaron un par de culatazos en la cabeza y le patearon las costillas sin descanso. Los gritos de auxilio se oyeron en toda la cuadra. Nadie acudió en su ayuda. Recibió una paliza feroz pero el operativo fue un fracaso. 
Por más que pusieron patas arriba todas las habitaciones, no encontraron ni una vulgar pistola. Se fueron con las manos vacías, sin llevarse nada ni a nadie. En el piso dejaron, en un charco de sangre, al hombre que únicamente despegó sus labios para expresar su dolor cuando le rompieron la cabeza y le fracturaron, prácticamente, todas las costillas. 
El Mono no estuvo en aquellas horas dramáticas. Minutos antes Calciati lo había ayudado a escapar por la parte trasera de la casona tras advertir ambos que los militares los seguían. 
“El Mono” no era otro que Ricardo Luis Lorenzetti, militante de la Juventud Peronista (JP), ligada a la organización guerrillera Montoneros. 

Por  Natalia Aguiar
Fuente: El Señor de la Corte La historia de Ricardo Lorenzetti

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