Por ejemplo, la palabra “terrorista” tiene una carga negativa en la opinión pública.
Es por eso que el discurso oficial, judicial y mediático instauró el término “terrorismo de Estado”, para hacer referencia a las operaciones que hacía el Estado con sus instituciones naturales y orgánicas, en cumplimiento de Decretos de un gobierno democrático y luego continuado por un gobierno de facto, las cuales se ajustaban al principio universal de monopolio de la fuerza por parte de éste.
Por otro lado, los verdaderos terroristas, que durante largos años intentaron la toma del poder por medio de las armas y el terror, cumpliendo un plan revolucionario y sistemático en toda Latinoamérica, con el apoyo de Cuba y la URSS, son llamados en la actualidad “Militantes políticos”.
Otra palabra que es utilizada con frecuencia es la de “genocidas”.
Si nos remitimos a la Constitución Nacional, en su apartado “Tratados, convenciones y pactos con jerarquía constitucional” agregados en la reforma de 1994, en la “Convención para la prevención del delito de genocidio”, se define al mismo en los siguientes términos:
Se entiende por genocidio cualquiera de los actos perpetrados con la intención de destruir total o parcialmente a un grupo nacional, étnico, racial o religioso”.La pregunta es: ¿Las bandas terroristas armadas que asolaron el país y la región, como el PRT-ERP, Montoneros, JCR (Junta Coordinadora Revolucionaria, verdadera multinacional del terror) eran una nación, una etnia, una raza o una religión?
Para mí no eran nada de eso, pero claro, la palabra genocida tiene una carga simbólica tan fuerte, que no podían dejar de utilizarla.
Por lo expuesto, puedo decir que:
De la sentencia jurídica se puede salir por absolución, falta de mérito o cumplimiento de la pena.
De la sentencia mediática no salís más. Sobre todo cuando se utilizan calificaciones mendaces y cargadas de un simbolismo negativo, como los que he tratado de expresar en esta nota.
Juan Sin Libertad
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