Luego de la captura de “El Chapo” Guzmán Loera durante el
fin de semana, volvió a ponerse sobre el tapete el incómodo tema de los aportes
de dinero a la campaña del Frente para la Victoria del año 2007, que llevó a
Cristina Kirchner y Julio Cobos a aterrizar en Casa de Gobierno.
En estas horas, hay quienes temen que cobre reimpulso el
expediente que investiga posible lavado de dinero durante la recaudación de
esos fondos y que duerme en el escritorio de la jueza Federal María Romilda
Servini de Cubría.
Se trata de una causa judicial que demuestra que, más de la mitad
de los fondos aportados, fueron canalizados a través de firmas relacionadas con
la industria farmacéutica que a su vez están sospechadas de graves delitos.
¿Cómo puede explicar el kirchnerismo el hecho de haber aceptado esos fondos? El
ex jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, admitió en su momento que la droguería
de Sebastián Forza —una de las firmas que puso dinero— tenía una docena de
causas por adulteración de fármacos.
La verdadera trama se encuentra, no en las empresas
aportantes, sino en los personajes que se encuentran detrás de ellas. Las caras
visibles, una docena de jóvenes de entre 25 y 30 años, nada tienen que ver con
los negocios que se cocinan en las más altas esferas. ¿De qué negocios
hablamos? de cuestiones de diversa índole: adulteración de medicamentos,
sobreprecios en negocios con el Estado y hasta lavado de dinero del
narcotráfico.
Por caso, presume la embajada de Estados Unidos que el
dinero para la campaña de Cristina provino de las FARC de Colombia, vía gestión
de Hugo Chávez —el ingreso de la valija de Guido Antonini Wilson estaría en esa
línea— y dos cárteles de la droga de México, uno de ellos sería el de Sinaloa,
dirigido por “El Chapo”.
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