Novela de
Matías Matterson
Él, parado junto al borde de la cama, contempla absorto y ufano; tenía por fin, a la mujer de sus sueños como quería y en el lugar exacto. La sensual rubia yacía semidesnuda acostada de bruces en la cama de dos plazas, apoyaba los codos en el cubrecama color uva; bajo sus pechos desnudos había colocado la almohada y abstraída aspiraba un porro.
Él recorría el metro setenta y cinco de aquel cuerpo increíblemente bello con la mirada; comenzando por esos pies perfectos. Ella cruzaba las estilizadas piernas y la diminuta bombacha de rayitas horizontales rojas y blancas parecía querer explotar, expulsada por aquellos glúteos voluptuosos que emergían obscenamente al final de la angelical espalada. Sus largos cabellos, rubios y brillantes bañaban de misterio los senos blancos erguidos y pétreos que habían abandonado ese corpiño que ahora descansaba en la alfombra. Era la modelo que solía ver en la disco, que moviendo cadenciosamente las caderas en la pista de baile excitaba absolutamente a toda la concurrencia masculina. El aroma a “Pachuli”, como siempre, se enamoraba del humo dulce de la marihuana al son de la música de “Pink Floyd” en “El lado oscuro de la luna”, la tríada mágica.
Él arrastraba una década de inocuos amores platónicos encadenados por su innata timidez; en la escuela primaria había sido Silvia, Nora en la secundaria y ahora ésta engarzaba los eslabones de la blonda obsesión.
De pronto… un flash, en un eclipse súbito la escena fue perversamente borrada por una negra oscuridad acompañada de un fastidioso sonido; entre ambos habían esfumado a la joven rubia envuelta en la tríada mágica. Perturbado abrió los ojos y ellos enfocaron la lámpara que iluminaba la pieza desde el techo; giró, su cuerpo desnudo y estirando el brazo derecho levantó el tubo del teléfono negro.
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