viernes, 16 de enero de 2015

Antes del atentado a la AMIA, ocurrió el atentado a la Embajada Israelí

Cuando hice el servicio militar, aprendí el manejo y uso de los explosivos.
Años después, cuando los "jóvenes idealistas" ponían bombas a diestra y siniestra, temiendo por mi familia, hice un curso sobre explosivos. Si a los montoneros o erpianos se les daba por dejarme una bomba en la puerta de mi casa, ya tenía conocimientos suficientes como para intentar desactivarla o salir corriendo, según aconsejaran las circunstancias. Gracias a Dios nunca me hicieron tan despreciable obsequio.
Pero sin ser un "ingeniero" en explosivos tengo conocimientos suficientes para afirmar que el atentado del 17 de marzo de 1992, a las 14,47 horas, en la sede de la embajada Israelí en nuestro país, no fue causado por ningún coche bomba. El explosivo detonó en el interior de la embajada y no cualquiera entra al interior de la embajada Israelí y coloca suficientes explosivos como para provocar la destrucción que se causó. Es evidente que se colocó una importante cantidad de material explosivo o se colocó una mínima cantidad en las proximidades del polvorín (arsenal) de la embajada.

Hoy, los adelantos tecnológicos, nos permiten ver inmediatamente por TV los distintos atentados terroristas que se cometen en el mundo. Ningún coche bomba, en la historia del terrorismo, ha causado los daños materiales que sufrió la embajada Israelí.
Si se observan las fotografías del atentado se ve claramente que la pared del frente cayó sobre la calle. La explosión  fue adentro.
¿Por qué los autores esperaron que la embajada estuviera vacía para realizar el atentado si un centenar de personalidades judías habían sido recibidas horas antes con bombos y platillos en ese mismo recinto?  En la embajada de Israel se tuvo “cuidado” para no dañar ninguna de las 100 personalidades que antes del ataque discutían sobre Medio Oriente, solo cayeron bolivianos, argentinos y diplomáticos sin rango. 
Ni bien conocido el hecho, el Presidente Menem le ordena al ministro de interior Manzano: "que vaya al lugar con expertos en explosivos de la Policía Federal/Bomberos para hacer una determinación preliminar del lugar donde se produjo la explosión y recoger muestras para determinar el tipo y cantidad del explosivo usado, antes de que las tareas de rescate modificaran el escenario del hecho".
La conclusión preliminar de los expertos de bomberos fue que la explosión había sido en el interior del edificio.
Horas más tarde en una conferencia de prensa en la Casa de Gobierno, Menem se apoyó en esta determinación preliminar y les dijo a los periodistas: "...hay 2 versiones circulando, una dice que fue un coche-bomba (en realidad los únicos que lo decían eran los israelíes de la embajada) y otra que fue una explosión interior, yo me inclino por la segunda. A la mañana descargaron bolsas de materiales para la construcción y entre estos podrían haberse introducido los explosivos.. ."(sic).
Que esto fue exactamente así surge de un minucioso y completo artículo publicado al otro día en el número especial de la Revista Gente dedicado al atentado, por su Secretario de Redacción a la época, el periodista José Antonio Díaz. Escrito y publicado en caliente es una fotografía de lo que vio y escuchó en el lugar.
El sábado 21 La Nación publica un pequeño artículo titulado: "¿Cráter?", donde señala la imposibilidad hasta ahí de encontrar algo que se pareciera a un cráter siquiera y el domingo 22 en otro art. del periodista Rafael Saralegui (hijo) , dice éste textual entre otras cosas: "...ninguno de los periodistas de La Nación destacados en el lugar (unos 12) han podido encontrar el cráter que habría dejado la explosión anunciado el miércoles pasado por el ministro Manzano...".
Años después, el periodista Dante López Foresi escribió: Un voluntario se acercó a mí en uno de los cortes y cuando ya no estaba en el aire de ATC y mientras esperaba mi próxima salida. En su mano tenía un palo...un trozo de madera. Me llevó hasta el supuesto cráter que la supuesta camioneta-bomba Ford F-100 había dejado. “¿¿Eso te parece un cráter??”- me preguntó de manera airada. Aunque sea materia opinable y la Justicia haya determinado que tenía 1 metro y medio de profundidad, debo decir que el sentido común me sigue indicando –a quince años del atentado- que lo que vi no era un cráter. Semejante explosión no pudo haber dejado una marca en el asfalto de tan escasa profundidad. Lo que vi no era un metro y medio ni mucho menos…
. Este voluntario –de quién no sé su nombre y a quien jamás volví a ver- no era el “cráter” lo único que quería mostrarme. Había visto y escuchado mi último informe por ATC y se acercó a mi decidido a presentarme pruebas. Me tomó del brazo pidiéndome “acompañame por favor”.
Me llevó hasta donde –según se decía- se encontraban los primeros subsuelos de la  embajada. Se encontraba en sentido opuesto a la pequeña sala que había sido improvisada como “centro de operaciones” de los amateurs rescatistas voluntarios en una edificación lindera con la embajada. Me llevaba del brazo hacia la zona de la embajada más cercana a la calle Suipacha. Una versión circulaba insistentemente: debajo del sitio exacto donde nos dirigíamos habría algo que el gobierno israelí no estaría dispuesto a mostrar al público y que deseaba esconder celosamente. Y recordemos que el terreno de una embajada es considerado diplomáticamente como territorio del país al cual representa. Una guardia numerosa de la Policía federal nos impedía a los periodistas o voluntarios llegar hasta la zona. Recordemos que las labores de rescate estaban suspendidas por órdenes del embajador Itzhak Sheffi ¡A pocas horas de ocurrido el atentado!. Los agentes de Mossad (servicio de
inteligencia de Israel) ya estaban en el país. Todo era terriblemente desconcertante y confuso y, reitero, era la primera experiencia argentina en atentados de semejante magnitud. El muchacho que me guió, que no llegaba a los 30 años, golpeó 3 veces en el suelo (suelo argentino...a centímetros del suelo considerado como israelí) con ese trozo de madera. Y escuchamos, solo él y yo, como desde las profundidades nos devolvían el mismo código de comunicación: “TOC..TOC...TOC...”. Era la prueba de que aún quedaban sobrevivientes. Inmediatamente corrí al móvil de exteriores de ATC y pedí que me dejaran salir al aire de manera urgente. Mi intención era hacer público mi descubrimiento o, mejor dicho, el descubrimiento de ese voluntario anónimo. Es más. Todos los voluntarios insistían ante los cronistas que había sobrevivientes y era un verdadero crimen suspender las tareas de rescate. Desde el canal me dijeron: “Esperá Dante...ya viene Daniel (Mendoza) y contale a él”.
La respuesta de Daniel fue: “Todavía no digas nada...esperá”. Esperé una eternidad. Seguramente fueron pocos minutos, ya que Daniel estaba aprovechando una tanda publicitaria para...¿para qué?. Pero sentí esos minutos como una vida entera cargada de ansiedad. Y lo noté a Daniel tan ansioso como yo por dar a conocer esa información lo antes posible. No olvidemos que Daniel Mendoza fue uno de los mejores (sino el mejor) cronista de Argentina. La distancia de los años me impide recordar detalles, como el tiempo que demoró una voz desde el canal a través del móvil de exteriores en decirme: “Dante...ni se te ocurra decir todavía lo que viste o escuchaste...después Daniel te va a explicar”. “¡¡Pero van a dejar morir a personas...no sean hijos de puta!!”- grité. La respuesta fue un “quedate tranquilo”, y después...el silencio.
(http://www.agenciaelvigia.com.ar/toc_toc_toc.htm)
¿Qué querían impedir que se viera o encontrara?
Pocos días después, Itzhak Sheffi fue reemplazado por el embajador Itzhak Aviran quien mantuvo la suspensión de la remoción de los escombros y la prohibición de pasar el cerco perimetral a periodistas y curiosos. ¿Qué ocultaban? ¿Por qué reemplazaron al Embajador?
El Ministro del Interior, José Luis Manzano a pocos días del atentado, sólo atinó a cajonear la investigación y asegurar que la explosión había sido producto de un coche bomba: una Ford F-100 cargada con Exógeno C-4. Lo único real era el explosivo, la camioneta no existía. También se mencionó una Traffic.

La única testigo de haber visto la dichosa camioneta Traffic (No Ford F 100), Nicolasa Romero, se desdijo ante el Tribunal Federal Oral Nº 3 y confesó que la Policía Federal -para la que trabajaba- le había dado letra para hablar de la Traffic.
Hace un año Itzhak Aviran, embajador de ese país en la Argentina entre 1993 y 2000, afirmó que los responsables de los atentados en la Argentina contra la Embajada de Israel y la AMIA fueron eliminados por Israel (http://www.diariopopular.com.ar/notas/179734-israel-habria-eliminado-los-autores-los-atentados)

"La gran mayoría de los culpables ya está en el otro mundo y eso lo hicimos nosotros", fue la sorprendente revelación que realizó Aviran, en declaraciones vertidas durante una entrevista con la Agencia Judía de Noticias (AJN).

Orlando Agustín Gauna Bracamonte


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